El domingo 3 de junio a medio día empezaron a llegar imágenes y noticias de que algo estaba ocurriendo, que el volcán de Fuego hacía una erupción fuertísima. Al inicio no le di importancia porque he estado acostumbrada a los retumbos del volcán. Pero más tarde, las noticias eran realmente alarmantes. Escenas desgarradoras, muertos, desaparecidos, desalojo, declaraciones de las autoridades me hicieron caer en la cuenta que la cosa era seria.

A casi dos meses del desastre el dolor continua y los sobrevivientes esperan o entran en desánimo. Sé que muchas colegas han estado atendiendo las necesidades psicológicas que son evidentes. Probablemente esas intervenciones van evitar que se presente un trastorno muy frecuente en casos como este. Se trata del Trastorno de Estrés Postraumático, (TEPT).

Este trastorno aparece posteriormente a haber vivido una experiencia altamente peligrosa, asaltos, accidentes, robos, violaciones o desastres naturales, en donde la capacidad de respuesta se ve limitada y la persona se siente rebasada literalmente, sobre todo cuando ha reprimido la expresión de emociones.

He pensado mucho en las víctimas directas, es decir, aquellas que han sobrevivido al desastre, han perdido a sus seres queridos, han perdido sus bienes materiales, inclusive sus animales. Pero también hay personas vulnerables a este tipo de estrés: los socorristas, los ayudadores, aquellos que vivieron a la par de las personas afectadas. Aquellas que han escuchado las historias desgarradoras.

El personal de ayuda, médicos, paramédicos, socorristas, psicólogas, enfermeras, inclusive, periodistas suelen constituirse en víctimas secundarias y requieren ayuda. Puede ser que sufran Desgaste por Compasión, Trauma vicario, o algún otro trastorno. En estos casos ellos y ellas también necesitan atención y ahora les comparto recomendaciones específicas, tales como:

  • Estar atentos a señales de estrés, cansancio, agotamiento, dificultad para dormir, ansiedad, entre otros.
  • Procurarse momentos de descanso y distracción.
  • Hacer ejercicio al aire libre.
  • Tomar agua abundantemente.
  • Meditar, practicar yoga.
  • Sueño reparador.
  • Escuchar música que te haga entrar en armonía contigo mismo y con la naturaleza.
  • Hablar y compartir tu experiencia del día con un amigo o amiga.
  • Escribir un diario de tus experiencias, mejor si es de manera automática e involucrando tus sentimientos.

Lo anterior forma parte de lo que llamamos Autocuidado y es una responsabilidad personal hacerlo. Pero también es posible que te sientas realmente afectado por lo vivido, entonces, es preciso buscar ayuda profesional.

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